La respuesta está en el momento presente

Olas bañando la arena y las rocas

A lo largo de los meses del confinamiento en España estuve reflexionando sobre cómo transformar estos tiempos extraños en una oportunidad para tomar conciencia, para sentir qué es lo verdaderamente importante y vivir la vida desde esa perspectiva. Escribí varios artículos sobre ésto y también sobre cómo paliar los efectos negativos que podían derivarse de esta situación. Fue un momento de pausa forzada, de ver el mundo desde la ventana, tomando cierta distancia y mirando desde el interior, que puso en evidencia muchas cosas, como el increíble efecto de la ausencia de actividad humana en la naturaleza y nuestra necesidad de conexión real con los demás.

Cuando por fin recuperamos nuestra libertad de movimientos, aproveché para mudarme a mi nuevo hogar y para hacer todas aquellas cosas que tanto había echado de menos, nadar en el mar, pasear por el bosque, sentir el sol y la caricia del viento, recuperar poco a poco el contacto social y reubicarme en esta nueva manera de estar en sociedad.

Ahora, tras dos meses de extraña vuelta al exterior, siento que el mundo entero está siendo sacudido. Ha cambiado nuestra manera de relacionarnos, de trabajar, de viajar y se ha creado una sensación general de incertidumbre, sin poder saber a ciencia cierta hacia dónde nos llevará todo esto. Y, desgraciadamente, también se ha instalado una buena dosis de miedo y desconfianza en gran parte de la sociedad. Miedo a lo que pueda suceder, desconfianza ante la información incoherente y contradictoria que nos llega, ansiedad ante la posibilidad de perder lo conocido, la propia vida.

Todas estas emociones nos hacen separarnos de los demás, verlos incluso como un posible peligro, un foco de contagio, y nos proyectan a una sensación de irrealidad, a un mundo tenebroso que sólo existe en nuestra mente.

En realidad, lo único que existe en este momento es el presente, es la gran lección que la vida nos muestra en pantalla grande, especialmente ahora. El futuro es incierto y escapa a nuestro control. Sólo podemos ser libres en el presente, y sólo aquí podemos crear nuestro camino, aportando lo que somos a la vida, a la sociedad. Vivir en la preocupación constante por un futuro que no podemos controlar es dejar de vivir. El miedo y la desconfianza no cambiarán el futuro y además nos restarán fuerzas para acoger lo que venga con serenidad, para poder actuar con coherencia y confianza.

Desde el miedo es muy difícil vivir sereno, y muy fácil que nuestras defensas, nuestro sistema inmunitario, se desplome y deje de funcionar correctamente.

Esta reflexión me ha hecho ver la inmensa posibilidad de transformación que tenemos en este momento. Podemos dejar de evadirnos con el futuro y mirar lo que hay en nuestra vida. Cambiar aquello que no somos para ser quienes somos realmente. Disfrutar de lo que hay en vez de soñar con lo que no hay. Conseguir que nuestro pensar, nuestro sentir y nuestro hacer se vuelva uno. Que no sea un futuro incierto quien guíe nuestras vidas, sino la capacidad de estar conscientes y actuar desde la presencia y la coherencia.

Todo lo demás es pura ciencia ficción. Distopías que nos distraen y nos hacen sentir que no podemos. Y así es, no podemos enfrentar el futuro, ni resolverlo. Sólo podemos vivir y resolver lo que sucede en el presente. Es aquí donde está la solución, es aquí donde podemos crear nuestro propio paraíso.

Cuando somos capaces de parar un segundo y mirar a las estrellas sin prisa, con total atención, es muy posible que escuchemos nuestra propia alma, hablando a través del Universo.

Ánimo.

Sara Justo Fernández. Formadora de maestros. Especialista en pedagogía Waldorf.

Autora del libro «Crecer para educar«

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