¿Por qué no quiere ir a la escuela?

Niño con mochila cruzando un bosque tropical

Una de las cosas que más me gusta de mi trabajo es ver las ganas con las que los alumnos vienen a la escuela y el brillo en sus ojos cuando me saludan por las mañanas.

Así que, si en algún momento noto que un estudiante no quiere venir al cole, o si las familias me lo transmiten, se enciende en mí una señal de alarma, pues esto significa que algo está afectando profundamente a este alumno y es importante descubrirlo para poder acompañarlo de la mejor manera.

A lo largo de mis años de maestra, he aprendido a detectar dónde puede estar la causa de ese malestar y he descubierto que hay muchos motivos por los cuales, en algún momento, los niños no quieren ir al cole. Todos ellos son importantes y hay que tenerlos en cuenta para poder acompañar de la mejor manera la situación y que no se convierta en una sensación negativa permanente.

Una de las causas más sencillas de identificar es que exista algún malestar físico: a veces, cuando se está incubando una gripe, por ejemplo, se puede percibir una falta de vitalidad, una necesidad profunda de descanso, de estar en casa, y una disminución del movimiento en general. En esos casos es preciso, si es posible, organizarse para quedarse en casa.

Otro motivo común por el cual no se quiere ir al cole, es que es necesario madrugar y levantarse, en algunas épocas del año, antes de que salga el sol. Esto es especialmente duro en invierno, cuando hace frío y mal tiempo. No suele ser un factor determinante, pero si que puede influir para no querer ir al cole tan pronto por la mañana.

Mi opinión es que deberíamos escuchar más el reloj biológico y adaptarnos a las estaciones, pero, por desgracia, no existe esa opción si tienes un trabajo tradicional y tu peque va al colegio.

Así que, como mínimo, como padres y maestros, podemos empatizar con aquellos peques que llegan completamente dormidos al cole y darles un tiempo de adaptación hasta que salga el sol.

En cualquier caso, cuando sucede esto, es importante revisar que nuestro modo de vida permita el suficiente descanso y las horas de sueño necesarias para la edad escolar. Puede suceder, por ejemplo, que entre semana haya demasiada actividad: hay niños que salen de casa a las 7 de la mañana y vuelven a las 7 u 8 de la tarde, un horario que ni siquiera un adulto debería hacer. Esto hace que no puedan, ni quieran, levantarse pronto al día siguiente, pues saben que desde que salgan de casa, pasarán muchas horas hasta que vuelvan.

También puede ser que haya alguna situación nueva en casa: por ejemplo, si la familia acaba de aumentar y hay un hermanito nuevo y mamá se queda en casa con él, se puede genera una sensación de separación muy grande, de “perderse” algo, incluso de “perder” su lugar o sentir que mamá quiere más al pequeño porque se queda con él.

Sucede también si ha habido una mudanza reciente, o muchos cambios seguidos en la vida del peque. Esto le hace sentir incertidumbre, pues aún no se ha hecho a la nueva situación, y salir de casa y alejarse de la familia le puede generar mucha inquietud.

Como decía al principio, hay que observar con especial atención si es algo puntual o no. Si siempre ha querido ir al colegio y empieza a no querer ir, es preciso identificar qué puede estar pasando. Puede ser alguna dificultad en sus relaciones sociales, con sus iguales, con el aprendizaje o con alguna situación nueva en la escuela.

Por ejemplo, si hay un cambio de maestro, a algunos niños les cuesta mucho adaptarse. pues tienen un nuevo referente que no conocen bien y puede resultarles difícil abrirse y confiar, aunque sea una persona encantadora.

También si hay un cambio en el grupo de amigos, si un compañero muy amiguito se va del cole o llega alguien nuevo y se transforman las alianzas en el grupo de iguales.

Y, sobre todo, si el ritmo de las clases cambia o aparece un contenido que resulta más difícil y que no se consigue aprender, esto puede ser un gran factor de estrés que incluso dañe la autoestima.

Hay que tener muy en cuenta que ir al cole supone un gran reto a nivel social y de desarrollo personal. Estar dentro de un grupo de iguales, variopinto, durante muchas horas al día, supone grandes retos, sobre todo si no eres especialmente extrovertido y te gusta la calma y la tranquilidad.

Por otro lado, los docentes deben estar muy atentos para que el aprendizaje en sí mismo no se sienta como una competición, pues muy a menudo, los alumnos se comparar unos con otros, estableciendo su valor en función de los demás.

Puede haber otros factores, como por ejemplo, que exista una falta de vitalidad y de entusiasmo en general… Cuando esto ocurre desde siempre, no sólo en el colegio, hay que ampliar la mirada y profundizar en el estilo de vida y alimentación, en la constitución física y también en la situación que rodea al niño, cómo son sus referentes y en qué ambiente vive, si es estable o caótico, etc.

Como puedes ver, hay muchas causas posibles, así que es preciso evitar un juicio rápido de la situación y prestar mucha atención, no sólo a lo que se expresa con las palabras sino también con la actitud y el estado anímico.

Una vez tengas identificada la causa, lo primero es generar una gran empatía. Para ello ayuda mucho recordar los momentos en los que no has querido ir al trabajo y pensar en las causas.

Y después, descubrir cómo se puede acompañar la situación para que se recupere el entusiasmo y las ganas de seguir aprendiendo.

En mi próximo artículo seguiré profundizando sobre ello y te daré algunas ideas sobre cómo hacerlo.

Sara Justo Fernández. Maestra y formadora en pedagogía Waldorf.

Asesora de familia sobre temas educativos, de aprendizaje y crianza.

Autora de los libros Crecer para educar y El tesoro del tío William.

*Fotografía cortesía de samanit_vijit

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