El cuento como lugar de aprendizaje emocional en la infancia

Bosque de cuento de hadas

A menudo intentamos explicar a los niños situaciones de la vida a través de largas explicaciones, que describen, desde el punto de vista del adulto, qué es lo que sucede. En estas ocasiones, nos solemos encontrar la mirada perdida o incluso atenta de un pequeño que nos mira sin comprender realmente lo que estamos diciendo, sin poder asimilar el torrente de palabras que se dirigen hacia él, ya sea por algo que ha hecho o como respuesta a una pregunta.

Esto sucede, entre otros motivos, porque nuestra manera de transmitir conocimiento olvida el lenguaje primordial de la psique humana; el cuento.

Los cuentos tienen la capacidad de mostrar las experiencias que pueden sucedernos en la vida y los posibles caminos que podemos tomar, así como sus consecuencias. Pueden relatar sentimientos, emociones, obstáculos y posibilidades de forma que nos sintamos reflejados, reconociéndonos en sus personajes, empatizando con aquel que está en peligro o sufriendo, y aprendiendo posibles maneras de responder ante una situación dada. De hecho, gran parte de las narraciones que nos han llegado por tradición oral suelen ser cuentos que nos advierten de algún peligro, y se crearon precisamente para prevenir posibles dificultades. Esto confirma el uso ancestral del cuento para llegar a la psique, a lo emocional, y transmitir ciertos valores y experiencias sobre la vida.

El lenguaje de los cuentos habla directamente al alma, la lleva de la mano hacia esa situación que puede estar creando un conflicto y muestra ante ella una imagen completa, llena de matices y pequeños detalles con los que se puede identificar. Esto hace que la sabiduría del cuento nos llegue directamente, sin pasar por un ego que debe defenderse de un juicio o una acusación. Es un espacio íntimo en el que no tenemos público, y por ello podemos reconocer quiénes somos y qué necesitamos.

Los cuentos sirven para dar voz a otras personas, para poder tener una visión más amplia de una situación, comprendiendo también qué sucede desde el otro, sin juzgar las actitudes como buenas o malas. Cada cual sentirá en su interior qué es lo que necesita y qué puede transformar, desde su propia capacidad.

Cada personaje representa un tipo de temperamento diferente, y cada aventura muestra cómo aprovechar las características de nuestra personalidad y también cómo superar algunos obstáculos que aparecen en el camino. El lenguaje sutil de la imagen hace que nos podamos reconocer y adquiramos herramientas para gestionar nuestras emociones pues, de nuevo, es mucho más fácil generar aprendizajes y aprender nuevas estrategias cuando somos nosotros mismos quienes descubrimos cómo somos.

Estas valiosas cualidades del cuento resaltan la importancia de leer y narrar historias a la infancia, ya sean cuentos tradicionales o de nuestra propia invención, pues son uno de los mejores medios para trabajar el mundo emocional.

Por otro lado, es preciso crear y elegir cuentos que describan situaciones desde un punto de vista comprensivo, que ofrezcan un espacio para entender y acoger todo tipo de sentimientos y abran la puerta a posibles soluciones, sin aferrarse a una única respuesta, dejando espacio para que sea el propio oyente quien elabore su sentido, evitando la típica moraleja.

En cualquier caso, es importante no teorizar sobre las emociones en edades tempranas, pues sería como exponer a la luz antes de tiempo las semillas que hemos plantado. Si se riegan acogiendo toda emoción como portadora de información para nuestro desarrollo, con atención y presencia, las semillas se transformarán en hermosas plantas, y los niños en personas emocionalmente lúcidas.

La magia de los cuentos nos acaricia el alma…

Ojalá sepamos mantener la conexión con este mundo lleno de sabiduría y sigan naciendo historias infinitas.

*Este artículo contiene extractos de mi guía didáctica “La enseñanza de la lectoescritura a través del arte”. Es la guía que acompaña el cuento “El tesoro del tío William”. Ambos están disponibles aquí.

Sara Justo Fernández. Maestra y formadora en pedagogía Waldorf.

Asesora de familia sobre temas educativos, de aprendizaje y crianza.

Autora de los libros Crecer para educar y El tesoro del tío William.

Ilustración de Darkmoon Art

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